Un poema de Efraín Silva
“La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida”.
María Mercedes Carranza
La yerba apenas crece en el rocío.
Los árboles ronronean
con esa soledad típica de niños milenarios.
Las nubes, mientras el sol oscurece sus sombras,
descansan sus frías figuras en las montañas.
¡Adelante, madre de los encierros,
madre del desamparo!
Todo es y no será.
Todo ha sido y nunca es.
Y los ríos no son ríos ya,
ni las calles son hoy calles,
ni los hombres son hoy hombres.
¡Adelante, madre nutricia
de la pobre esperanza foránea, adelante!
Porque una ciudad construye sobre otra.
Porque la oscuridad no le pertenece a nadie
y el olvido es de todos
y el ruido es gran silencio
y el silencio es de la muerte.
Siempre adelante,
desde Centroamérica y la península ibérica
hasta aquí, hasta hoy,
hasta que nos salve la lluvia
o te vean sin cuerpo
o te escriba la suerte.